¡Oh glorioso San Isidro Labrador!
Hoy me tienes postrado aquí,
implorando tu ayuda y tu auxilio
porque aunque humilde labriego
supiste ganarte el favor y la gloria ante Dios
con tu amor, tenacidad y servicio.
Eres emblema de paz y virtud,
de ejemplar esposo de Santa María de la Cabeza,
abnegado padre de familia,
salvaste a tu hijo Illán con un milagro,
cuando habiendo al pozo
las aguas subieron milagrosamente
y lo pudiste rescatar sano y salvo.
Por eso glorioso San Isidro,
tu sabes mejor nadie el sufrimiento que padecemos
los que sufrimos inseguridad por los males y peligros
que acechan, padecen y sufren nuestros hijos,
pues en tu carne los viviste.
Por el poder que tuvo tu oración
cuando tu hijo estuvo en peligro,
te suplico que veles por mis hijos: